El concepto de la inteligencia
emocional postula ampliar la noción de inteligencia (tradicionalmente ceñida a
una serie de habilidades racionales y lógicas) incorporando una serie de habilidades
emocionales.
1. Conciencia de las
propias emociones. Quien no se percata de sus emociones queda a merced de las
mismas. Identificar las propias emociones al evaluar situaciones
pasadas implica una primaria inteligencia emocional. Distinguir un sentimiento
mientras está aconteciendo supone una inteligencia emocional desarrollada.
2. Manejo de las
emociones. Me refiero a la capacidad de controlar los impulsos para adecuarlos a
un objetivo. Habilidad que se puede "entrenar" como, de hecho, hacen
los actores que son capaces de generarse el estado emocional más apropiado para
representar un papel. Aprender a crear un determinado estado emocional... son
palabras mayores. Recomiendo empezar por intentar controlar la duración de las
emociones. Algo que sucede hace emerger nuestra furia. Parece inevitable. Pero
esa furia puede durar un minuto, una hora o un día. Algo que acontece nos pone
tristes. ¿cuánto tiempo haremos durar esa tristeza?
3. Capacidad de
automotivación. Las emociones nos ponen en movimiento. Desarrollar la capacidad de
entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, para poder llevarlo a cabo de la
mejor manera, aplacando otros impulsos que nos desviarían de la tarea mejora el
rendimiento en cualquier actividad que se emprenda.
4. Empatía. Es el nombre que
recibe la aptitud para reconocer las emociones en los demás. Proviene del
griego empatheia, que significa algo así como "sentir
dentro", es decir, percibir lo que el otro siente dentro suyo. Los
sentimientos no suelen expresarse verbalmente sino a través del tono de voz,
los gestos, miradas, etc. La clave para la empatía reside en la destreza para
interpretar el lenguaje corporal.
5. Manejo de las
relaciones. Así como un paso posterior a reconocer nuestras emociones consiste en
aprender a controlarlas; de modo análogo, una instancia ulterior a la empatía
estriba en manipular las emociones de los demás.
Esto último promueve la inquietud
acerca de la ética. Las habilidades descriptas arriba, una vez desarrolladas
pueden ser empleadas de distintas maneras. Pueden sujetarse a un fin solidario
o a una motivación egoísta. Por ejemplo, la empatía puede ser utilizada por un
profesor para mejorar la transmisión de una enseñanza a sus alumnos. Puede ser
usada por un vendedor para vender un producto.
Si se desarrolla el autocontrol
emocional y la empatía, se puede efectivamente manipular a otra persona que no
haya desarrollado estas capacidades. Se puede saber cómo hacerla enojar,
entristecerla, hacerle sentir miedo, etc. Cómo van a canalizarse estas habilidades
es un tema que es preocupante. Por cierto, la inteligencia emocional ha
despertado aún mucho mayor interés en el ámbito empresarial que en el
terapéutico. ¿Por qué han sido recibidas con tanta atención las ideas de la
inteligencia emocional en las empresas? Creo humildemente que es apresurado
contestar esta pregunta hasta no realizar una profunda investigación sobre el
tema. Por el momento es válido dejar planteado el asunto y arriesgarnos a
traslucir algunas sospechas.